viernes, 23 de octubre de 2009

Mis frases del día

Ser original es una virtud, querer serlo es un defecto.
Anónimo

El escritor original no es aquel que no imita a nadie, sino aquel a quien nadie puede imitar.
René de Chateaubriand

domingo, 18 de octubre de 2009

Día de la Hispanidad



El 12 de octubre se celebró el Día de la Hispanidad y fui a ver el desfile militar. No me gustan nada las armas, me considero pacifista y odio los tíos vestidos de uniforme, pero me encanta todo lo que vuela: el dinero, los pájaros y los aviones. Los espectadores se distribuían como hormigas en formación a lo largo del recorrido, ondeando banderitas patrióticas, subidos a las vallas y a los quioscos, y dándose codazos para lograr ver alguna cosa por encima de tantas cabezas. Entre el gentío, de puntillas y pisoteando un bonito césped que cuando termine el desfile seguramente ya no será tan bonito, conseguí de lejos ver unos soldados muy elegantes que vestían con chaquetas azules. Qué monos, pensé. Van muy a la moda. Ese es el color que se lleva este invierno. A mi lado un hombre dijo en voz alta.
—Gorras blancas, de la Marina.
Claro, me dije. Ya decía yo que tenían un aire a Richard Gere en la película Oficial y Caballero. Empezaba a aburrirme cuando el zumbido de un avión cruzó de sur a norte la Castellana. Menos mal, ya se anima la cosa. Le siguieron un grupo de avionetas que dejaron escapar un torrente de humo de colores desde su cola y formaron en el cielo la bandera española. ¡Bien! Más caña, más caña, pedía yo. Poco después cuatro aviones más sobrevolaron el cielo de Madrid, pero eran aviones mucho más grandes que los anteriores y volaban más despacio. Un hombre por delante de mí le explicaba la razón a su hijo de cinco años.
—Estos son de avistamiento.
Ajá, ahora lo entiendo, porque si volaran más deprisa no les daría tiempo a ver nada. Varios aviones y algún que otro helicóptero siguieron apareciendo, pero, para mi sorpresa, lo único que hacían era volar. ¿Pero es que no viene la Patrulla Águila para hacer una exhibición?, estuve tentada de preguntarle al de mi izquierda. Treinta minutos después estaba cansada de ver tanques, vehículos militares e hileras de soldaditos firmes y con la mano derecha formando una escuadra, así que decidí dar una vuelta. Al regresar a la acera vi a tres hombres vestidos con unos trajes de camuflaje de color gris. Parecían el mismo repetido, todos igualitos y con el pelo recién cortado. Me hizo gracia que, cuando el primero de ellos pasó por delante de mí, me fijé que llevaba su nombre escrito en la solapa de la camisa. Benjamín, podía leerse. Qué curioso, como a los niños pequeños, le han puesto su nombre en el babi.
Cuando iba a acceder al metro en Nuevos Ministerios, me di cuenta de que el centro comercial estaba abierto y entré: al fin y al cabo el dinero es lo que más rápido vuela.

sábado, 17 de octubre de 2009

Clase magistral con Alessandro Baricco

El pasado uno de octubre fue la inauguración del Master de Narrativa. Era la primera vez que pisaba el edificio situado en el número dos de la calle de Francisco de Rojas de Madrid, y ascendía por la solemne escalera de madera, tan pesada y, a la vez, hermosa como el saber de los libros que se exhiben en las estanterías de la Escuela de Escritores situada en el primer piso.
Ya había asistido alguna vez a una conferencia impartida por un escritor, aunque siempre con ocasión de presentar su última novela. Pero una clase magistral... eso sonaba distinto. Sí, me dije, esto tiene que ser otra cosa seguro.
La conferencia, traducida del italiano de forma muy amena por uno de nuestros profesores, me gustó mucho, aunque tengo que confesar que me supo a poco, quizá porque yo estaba pensando en lo que venía después. Baricco me pareció una persona sincera, reflexiva y cercana. Sin aires de señor literato ni extravagancias de poeta. Uno más, vaya. Después vino la clase y, no sólo no me decepcionó, sino que me quedé con ganas de seguir escuchándolo o incluso de invitarlo a cenar, aunque deduje enseguida que debía conformarme con llegar pronto a casa para leerme alguno de sus libros. He de confesar que había leído “Seda” y no me asombró. Como me ocurre a menudo, los libros que más éxito tienen entre el público a mí no acaban de convencerme. Pero, tras la clase, le he concedido una segunda oportunidad y he empezado a leer “Océano mar”, al que pienso prestarle toda la atención que requiere por parte de un conato de escritora.
De su conferencia me quedé con una frase, en la que dirigiéndose a nosotros, los alumnos, nos advertía de que quizá un día en la escuela, una lección, un profesor, una sola frase, nos abrirá los ojos; y en ese momento sentiremos que nuestra vida cambia por completo. Yo le creí, porque pienso que, al fin y cabo, las cosas más importantes de la vida suceden en solo instante.

jueves, 1 de octubre de 2009

Siempre hay una primera vez

Hoy he ido a mi primera clase de funky. ¡Uf! Qué difícil. Sólo con intentar memorizar la coreografía y aprenderte los pasos ya es mucho, encima darle "rollito" ni te digo. De tanto repetirlo, eso sí, haces bastante ejercicio. Brazos arriba, piernas abajo. Es un poco como estar en clase de aeróbic, sólo que bastante más divertido que ir a un gimnasio. Bueno, seguiré un par de meses de prueba y a ver cómo me va.