jueves, 3 de septiembre de 2009
Limpiando los sueños
No había nada en la cocina, nada quiere decir nada. Ni platos ni cubiertos ni cacerolas ni ollas ni sartenes ni un abridor o una taza, nada. Al menos tampoco había demasiado polvo. Los muebles del salón están para tirar: una silla está rota, tres muy viejas, la mesa de comedor se tambalea y la de la televisión (que por cierto tampoco hay tele) es de anticuario. Las paredes están llenas de agujeros, porque el anterior inquilino lo tenía todo lleno de cuadritos. ¡Mira que a mí me gusta ver las paredes como las almas de los niños, blancas y limpias! Al menos había pintura, y la Bego con un poco de masilla lo arregló todo enseguida. Limpié un poco por aquí y por allá, compré cosas para la casa en una tienda de los chinos, puse unas sábanas en el dormitorio, guardé en los armarios la ropa de invierno que traía y llené un poco la despensa. No, todo todo no está. Falta decorarlo un poco, darle mi toque, hacerlo mío, poner lámparas y cortinas... esas cosas. Pero volveré pronto, y me han dicho que aquí en Madrid hay un lugar muy práctico donde hay un montón de cosas y al que llaman IKEA. Después de fregar el suelo se quedó todo tan reluciente como los sueños.
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3 comentarios:
Vida nueva, piso nuevo más pequeño, escribir... eso me suena.
lo de que llenaste la despensa no llego a creermelo, porque tu despensa levantina era un poco minimalista.
Mi queridísimo hermano, eso pasa por venir a comer si avisar. En verano además, prácticamente me alimento de ensaladas.
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